En la primera parte del libro El comercio y el Mediterráneo en la Antigüedad
hemos expuesto lo que entendemos que pueden ser unos principios
intelectivos generales para la comprensión de la Historia Económica, con
independencia del lugar y momento de aplicación de los mismos. Para
ello se ha partido, como recomendaba C.M. Cipolla, de los
condicionamientos biológicos que son de momento insoslayables en la
consideración de cualquier comportamiento cultural que pueda ser
desarrollado por el hombre; y nos hemos basado en los recientes estudios
sobre el cerebro humano, que ponen de relieve cómo el planteamiento
emocional se da de manera inextricable junto con el que denominamos
racional (de ratio, cuenta), y, en función de ello, cómo lo
cuantitativo ha de ser siempre contrastado con lo cualitativo, que es su
contrapartida de la que difícilmente se libra del todo.
Hemos considerado las dos maneras de entender las relaciones humanas en función de estos presupuestos. Y
mientras el pensamiento emocional no conoce límites precisos, aunque se
tiene plena conciencia de que no es infinito en la consideración de su
objeto de análisis, sucede lo contrario con el pensamiento racional, el
propio de la cuantificación de unidades concretas y teóricamente
infinitas en número. Entendemos que son dos maneras de percibir la realidad que son inconmensurables, pero que sin embargo paradójicamente forman sistema, y a éste es al que hay que atender en último extremo.
También hemos planteado que, formando sistema las dos formas de pensamiento, el
desarrollo de una tiende a compensarse de forma automática con el de la
otra, a la que no podemos denominar estrictamente complementaria porque
eso sólo se podría hacer desde un planteamiento racional, que separa de
forma nítida los elementos de análisis. Y hemos puesto como ejemplo de ello lo que hemos denominado la
“santísima dualidad” del ser humano, compuesto por varón y mujer, dos
formas personales distintas –con intereses vitales distintos en parte-
en un solo ser humano verdadero. Porque el hombre (mulier o vir) ha sido el objeto fundamental de nuestro estudio, en este caso desde la perspectiva de su comportamiento económico. De
ahí que hayamos considerado su análisis desde la perspectiva de una
“lógica difusa” por la sencilla razón de que un planteamiento académico
(que no es el único que se puede dar, evidentemente) necesariamente ha
de partir de una lógica; pero esta lógica no puede dejar de lado la
importancia de los planteamientos realizados desde otra perspectiva,
como puede ser la emocional. El resultado de este tipo de
observación dual nunca será por supuesto exacto (en términos lógicos
tradicionales), desde el momento en que admite que en todo orden hay implícito un caos de la misma manera que lo contrario, pero no por ello es menos verdadero. Porque, como diría B. Kemp, los
estudios académicos “sólo cobran vida cuando inhalan los vapores de la
ficción histórica”, o sea de lo no cuantificable. La dificultad, pues,
estará en encontrar la complementariedad por encima de la contradicción
entre dos planteamientos que parecen irreductibles pero que se apoyan
mutuamente. No es cómoda ni consoladora, pero una tarea intelectual
de este tipo entendemos que merece la pena ser emprendida en una época
como ésta, que lleva más de un siglo superando los estrictos límites
del racionalismo ilustrado que triunfó hace trescientos cincuenta años y
que ha dado como fruto precisamente la necesidad de buscar las
posibilidades que hay más allá de él.
Es así que hemos hablado de dos tipos de economía,
la de prestigio y la de mercado impersonal, que sólo son perceptibles
claramente desde el punto de vista metodológico (qué corresponde a
planteamientos emocionales y qué a otros racionales), pues entendemos que
nunca se han encontrado separadas del todo, por algo que es claramente
perceptible en los comportamientos humanos: que en todo planteamiento
racional hay algo irracional (piénsese por ejemplo en los pre-juicios) y
viceversa. Pero pensamos que la división metodológica nos ayuda a
clasificar unos hechos que, por otro lado, no son del todo
clasificables. O sea, que nos ayuda a buscar el orden subyacente en
el caos de las actuaciones económicas. Unas actuaciones que no son
separables, en este esquema, de otros comportamientos humanos que ponen
más el acento en conseguir metas distintas de las que se propone una
actuación económica. De manera que podemos decir que la economía
siempre está inserta, empotrada o encamada, en otras formas de vida
social, aunque la manera en que estas formas se articulan es distinta en
función del horizonte mental en que se consideren. Entendemos que, desde
un punto de vista racional, no hay dos maneras de comprender la
economía, sino infinitas, siendo todo planteamiento distinto de
cualquier otro similar que se pueda aplicar para analizar un momento y
espacio concretos; pero que, a pesar de ello, se puede discernir un
cierto continuum en la marcha de los acontecimientos económicos, entre otras razones porque el cerebro humano no permite dar saltos en el vacío.
Aunque haya una forma emocional y otra racional de percibir la
realidad, una que toma en cuenta los aspectos cualitativos y otra los
cuantitativos, no podemos decir que haya dos realidades distintas. Por ello pensamos que el fenómeno económico ha de ser analizado como único, aunque desde una perspectiva dual. En la práctica, en un planteamiento de economía de prestigio versus economía de mercado, lo importante resulta ser precisamente el “versus”, lo que surge de la mezcla, mayor o menor, de ambas perspectivas, de su complementariedad.
G. CHIC GARCÍA, El comercio y el Mediterráneo en la Antigüedad, Ed. Akal, Tres Cantos, 2009, pp. 217-219.
ADDENDUM. La
razón es sólo un instrumento de conocimiento de lo que llamamos “la
realidad”, en este caso de la realidad económica, y no se puede
confundir con ella, como con frecuencia se suele hacer. Siempre se
parte de axiomas (“verdades evidentes que no necesitan demostración”,
esto último en teoría y por comodidad) y se montan razonamientos sobre
esos axiomas o creencias.
Así, por ejemplo, el conocimiento empírico sostuvo
durante mucho tiempo que el Sol giraba en torno a la tierra, hasta que
algunas personas no se conformaron con la idea de que la excepción
confirma la regla y pensaron que alguna explicación racional tenía
que tener el hecho de que los planetas siguieran una marcha a las demás
estrellas en el firmamento. Al final se resolvió cambiando de axioma,
gracias desde luego al razonamiento, y asumiendo que la realidad era la
inversa de la que se había contemplado hasta entonces. Se estableció, de momento, un nuevo axioma, tan empírico desde Galileo como el anterior, que es con el que seguimos.
La
razón es pues una poderosa herramienta con la que depuramos las
creencias para establecer otras nuevas, que son igualmente susceptibles
de ser cambiadas de nuevo cuando surja la necesidad de encontrar una
explicación a las contradicciones. Y hoy vemos que el paradigma del
mercado impersonal como única manera de entender la realidad económica
hace aguas abundantemente, lo que exige un nuevo esfuerzo racional para ver por qué sucede esto.
Es lo que intentamos difundir desde el grupo SISCAPEM (http://www.siscapem.com/),
dirigido por la Profesora Drª Ana Orti González, de la Facultad de
Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Sevilla.
Saludos